La ruta de 40 y tantos kilómetros hacia Villa Victoria fue una conquista de nuestro propio cuerpo, su resistencia, su cansancio, su hartazgo, su fuerza, su debilidad, su constancia, su capacidad de ingesta en condiciones de sol, agua racionada, esfuerzo, deshidratación…pero también de un horizonte que nos dio un paisaje distinto respecto a lo que creíamos antes de este domingo: ¡40 kilómetros, imposible! Y resultó que no, que antes de llegar a la laguna, con la amenaza todavía de una subida letal, algunos ya nos reíamos del nerviosismo y la incredulidad de hazaña tal.
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